viernes, 15 de agosto de 2014

Los hits del año


Ha pasado casi un año desde la última vez que escribí. Me arrepiento un montón porque este año ha dado para varios posts que hubieran hecho las delicias de mis seis lectores. Y en cambio yo venga a ver series. No creo que el mejor día para volver sea un quince de agosto cuando sólo unos pringados estamos frente el ordenador y la gran mayoría está en alguna playa o fiesta mayor, pero yo estoy muy loca y hago estas cosas.

En Berlín, besando unos labios carnosos.
Y ahora no sé como afrontar esto. Lo ideal sería escribir varios posts en orden cronológico y subir uno cada semana. Está claro que no lo voy a hacer y que me quedaría estancada en el post de Ethan Hawke, un chico adicto al Alfa y a Veritas que conocí allá por enero.

Después de comerme un paraguayo lo he visto claro: voy a contar sólo los dos hits del 2014. Los paraguayos me encantan pero no tanto como a mi amiga Mim que no puede vivir sin ellos y siempre busca el sabor paraguayo en las heladerías. Luego
ella como que niega su adicción y se enfada cuando le sacamos el tema. Es muy graciosa.

Pues eso, en lo que llevamos de año he experimentado dos cosas nuevas en cuanto a sexo se refiere. La primera fue en Berlín, donde estuve un mes haciendo un curso y tomando cafés en sitios monísimos. Mi cota de felicidad esos días alcanzó su máximo nivel que me duró hasta el último día cuando me llegó una multa estratosférica por bajar cosas de Internet. Es un tema que aún colea pero que he superado porque el dinero no hace la felicidad.

En Berlín enseguida hice una mejor amiga mexicana con la que salíamos a darlo todo. Le propuse ir al Kit Kat Club, un lugar donde me quedé con las ganas de ir cuatro años antes cuando se suponía que Ces, el Filete y yo íbamos a desmadrarnos antes de los treinta y al final más bien fue un viaje de "padrinets".

Así que un sábado nos plantamos allí vestidas como mujeres de vida alegre y con una buena dosis de alcohol en las venas y nos adentramos, primero torpemente y luego con soltura, en esa bacanal. A nuestro alrededor había fruta, felaciones, columpios, sexo anal, una piscina, látigos, sexo vaginal, cuero, pollas, torsos descubiertos, coños al aire, máscaras y condones gratis. ¡Y todo por 10 euros! En medio de todo eso conocí a Paul, un veinteañero alto y fornido e hicimos cosas que en una discoteca normal hubieran estado prohibidas.

El negro en cuestión
La segunda cosa nueva en cuanto a sexo se refiere fue hace un par de semanas en Casamance, Senegal, África, el mundo. Después de una experiencia inolvidable (en el sentido literal) en un campo de trabajo en el centro del país, Mim, el Filete y yo bajamos al sur en busca de lujos y comodidades. No encontramos nada de eso pero sí a un negro de casi dos metros, con rastas y ropa étnica. Guapo no, lo siguiente.

La primera noche me hizo un poco la corte pero huí despavorida. Yo, que siempre había sido de rubios lechosos, no podía imaginarme intercambiando fluidos con semejante espécimen. Al día siguiente, después de pasar todo un día a su vera para acostumbrarme a su presencia, ya estaba preparada para la acción. Y sí, por primera vez en mi vida, I went black! Pasamos dos noches de sexo interracial bajo una mosquitera y, después de eso, puedo asegurar sin lugar a dudas que es el mejor amante que he tenido en mi vida.

Y nada, con este post tan completito, os dejo hasta nuevo aviso que como muy pronto puede ser mañana y como muy tarde el año que viene.