jueves, 22 de octubre de 2009

Size matters

Como cada año en estas fechas acabo de volver del Camino de Santiago. Después de andar cuatro años, por fin he llegado a mi destino. La alegría y emoción que sentí mientras me dirigía a la plaza del Obradoiro son indescriptibles. Si pudiera me quedaría toda la vida de peregrina porque, aparte de gastar super poco, me siento muy feliz sin espuma en el pelo.
Poco antes de mi marcha a pie por tierras gallegas me lié con un chico amigo de Ces. No es que me gustara mucho pero me lo había vendido tan bien que, después de muchas intentonas fallidas, el folleteo surgió. A ver, el chico se quedaba a dormir en mi comedor y llevábamos unas cervezas de más. Vale que él es un tímido enfermizo y yo una parada, pero si no pasaba algo esa noche, un poco tontos éramos.
Estuvo bien. Como intuía Ces, el chico se lo montaba de maravilla en la cama, era un apasionado y se lo curraba un montón. Sabía todas las posturas del mundo y yo no tenía casi que hacer nada, sólo esperar. Sin embargo, la espera se alargó un poco más de la cuenta porque había un pequeño problema y nunca mejor dicho: la tenía pequeña, pequeña y finita.
Cuando se fue, reflexionando, me di cuenta de lo injusto que es el mundo. Si Ez, mi folla-vecino, que tiene un pollón pero que se esfuerza cero, se lo currara como se lo curra éste, le pediría que se casara conmigo. O si el amigo de Ces tuviera el miembro de Ez, caería rendida a sus pies. Nunca pensé que diría esto pero ¡SÍ, el tamaño importa!