Ayer celebramos una despedida muy especial: la de AB. El miércoles por la mañana el animalillo más bello de la fauna se marcha de casa y emprende camino hacia Francia. Su aventura durará cinco meses aunque algo me dice que va a ser más.
Estos últimos días hemos compartido cama, como al principio del piso, cuando ella aún no tenía. Cada día que pasa nos sentimos más raras, porque sabemos que el día de la separación de nuestro singular matrimonio se acerca peligrosamente.
A lo largo de estos años en Barcelona he vivido un montón de despedidas. Son una tónica en mi vida pero no me acostumbro. El vacío que me dejan suele acompañarme desde un tiempo antes y tarda mucho en desaparecer, aunque mi rápida adaptación a la nueva situación pueda dar a entender lo contrario.
La gente que más aprecio se va yendo, unos más lejos que otros, unos con fecha de retorno, otros sin y otros no se sabe. Parece que a mis amigos no les gusta Barcelona. Yo soy la única que me siento bien aquí y lo he ratificado incluso adquiriendo un bien inmueble.
Pues nada, por aquí seguiré, un poco más sola. Me he llenado los próximos cuatro fines de semanas con todo tipo de actividades para no pasarlo tan mal. Me recuerda a mi ruptura, cuando no paraba de hacer cosas para no pensar.
Espero que los que quedáis por aquí me ayudéis a llenar este vacío y que no os vayáis o, al menos, esperad a que AB vuelva.
En la foto, AB tomándose un cubata.