Llevo un par de fines de semanas en que llega el lunes y parece que me hayan dado una paliza bien dada. Ahora tengo miedo y no quiero que llegue el viernes, yo soy más feliz en mis cursos o en la oficina, calentita y con mis
tupers de ensalada de pasta.
Todo empezó el viernes cuando un par de horas después de dar sangre me
dio un
yuyu a la salida del metro ante la mirada
atónita de
Jul. De repente no
podía andar y me dolía cada parte de mi cuerpo, que estaba empapado de sudor frío. Mi cara y mis labios perdieron todo el color y por un momento pensé que estaba muerta. Lo más fuerte fue el ataque de risa que me dio después: me parecía todo
graciosisimo y mi felicidad no tenía límites, el desmayo valió la pena sólo por eso. A
AB también le pasó hace tiempo y una enfermera le dijo que
reirse o llorar o las dos cosas a la vez después de un desmayo era algo normal... ¡a mí no me lo parece!
El sábado y el domingo los pasé pintando mi futuro piso con
Pas de
cabezilla de grupo y con toda la familia bailando a su son.
Pas estaba pletórico porque por un día había pasado de ser el mandado, calzonazos de la familia, anulado por tres mujeres, a ser el rey de la fiesta. Yo, por mi fuerza, debida a mis
principios de síndrome de
Morris,
también tuve un papel importante y eso me encantó.
Lo peor vino el sábado por la noche. Mi compañero de piso de estética
punk,
Trep, me endosó un "amigo" suyo brasileño, que parece que se va a quedar un tiempo indefinido en casa. Lo pongo entre comillas porque es un chico que conoció hace dos años en
sanfermines. El
tío le vino a visitar y resulta que
Trep estaba en Valencia. Yo tenia el cumpleaños de la Mujer que más liga del mundo y le dije que si quería me llamara después aunque interiormente deseé que no lo hiciera. Me llamó, claro. Y también me llamó y vino Han, la chica de la que habla
Nina Myers en los comentarios de mi anterior post, que está obsesionada conmigo. Trajo a dos filipinos muy graciosos,
Fro y Pipo.
La cuestión es que yo con la
ONG que tenía montada no
podía volver a casa pronto como era mi intención. Me quedé un rato y cuando vi el momento me fui y los deje a todos allá, en un acto de
egoísmo impropio de mí. ¡Por mí como si se mataban entre ellos! La sorpresa fue que cuando llegué a casa no podía abrir la puerta.... Imaginaros lo típico de que cuando estas abriendo te meas más que nunca y yo allí sin poder entrar. Mi móvil tenia cero
batería, apunté el
teléfono del brasileño con el lápiz de ojos, rollo mujer fatal, me gustó ese momento, más tarde descubrí que tenía un
boli y un lápiz en el bolso. Me fui a mear entre dos coches y llamé desde una cabina al brasileño que se acababa de pedir un
cubata para que solucionara lo que había hecho, porque fue él el último en salir y el que le
dio dos vueltas a la llave...
Después de intentarlo media hora logramos entrar. El brasileño se sentó en el sofá con la intención de charlar un rato y tirarme los trastos un poco más. Yo a esas horas de la madrugada odiaba esa cara, ese acento y esos zapatos de viejo y lo dejé allí hablando solo. Anoche la volvió a liar, pero eso ya es otra historia... sólo avanzo que he dormido con el spray anti-personas que me regaló mi madre en la mesita de noche.
Que post más rollo me ha quedado pero tenía que escribir algo para entretener a mis fieles lectores y mantenerme en el
estrellato.